sábado, 19 de septiembre de 2015

Me he perdido algo, y no sé qué es

A 8 días de las elecciones autonómicas en Cataluña, pretendidamente secesionistas por una parte de la política catalana, me embarga la sensación de que han repartido alguna pócima psicodélica que no he probado. Resulta que la última trinchera que le queda a España para conservar Cataluña es su expulsión o no de la Unión Europea, dando por hecho que una declaración de independencia abrirá las aguas a los separatistas para que se apropien de una parte del territorio.

No hay debate en torno a la legitimidad necesaria para materializar la secesión, a todos les parece bien una mayoría del 50%. Lo que ocupa es si debe ser mayoría de escaños o de votos. Vamos a ver: con un 50% de los escaños no se puede ni modificar el Estatut d'Autonomia!. Lean el artículo 223 del Estatut (el aprobado por las Cortes), o el 227 de la redacción aprobada inicialmente por el Parlamento catalán. Hacen falta dos terceras partes para modificar substancialmente el Estatuto de Autonomía!. Declarar algo en nombre de todos los catalanes con un 50% de apoyos es hacer el ridículo. En España no cabe un referéndum a la escocesa porque Cataluña es España desde que España existe. Por eso Girona no puede decidir libremente su adhesión a Cataluña. Si quieres llevarte una parte del territorio, como mínimo ten la decencia y la vergüenza de presentarte con una mayoría que te permita cambiar tus propias leyes de autogobierno.

En Grecia se tomaron también algún tipo de brebaje que les nubló la inteligencia cuando pensaron que podían decidir en referéndum lo que iban a hacer otros por ellos. Al igual que los apóstoles de Syriza convencieron a los griegos de que sus votos serían cheques expedidos por Alemania, las huestes de Artur Mas pretenden hacer creer que los votos extenderán una nube de cloroformo sobre las estructuras del Estado. El día después, en el caso de una hipotética victoria del independentismo en las urnas, los independentistas que puedan superar el ridículo de la perplejidad internacional tendrán frente a sí el único camino de la marcha verde y la insubordinación. ¿Cuántos funcionarios van a prestarse a arruinar su carrera profesional para cumplir las órdenes de un Gobierno autonómico sedicioso?. ¿Qué catalán va a dar su dinero a una Hacienda catalana sabiendo que la Hacienda del Estado va a reclamarle idéntico importe?.

Examinemos el guión:

1º Victoria aplastante de la opción independentista. Por escaños y por votos, da igual. Los parlamentarios independentistas que sea, con Artur Mas o sin él, eligen un gobierno sedicioso que proclama el inicio de un proceso de ruptura con España.

2º El Gobierno de la Nación impugna la declaración y se inician procedimientos legales para invalidarla e inhabilitar a sus promotores. Calma chicha, todo sucede en los despachos. La parte de sociedad civil declarada en rebeldía propone y planifica actos de desobediencia. Hay nervios porque los españoles no se van. Carai!, estos no se marchan!.

3º Los sedicentes señalan objetivos: la Delegación del Gobierno, el acuartelamiento del Bruch. ¿A parte de los cachorros de las CUP, quién más va a lanzar cócteles molotov?. ¿Los padres de familia que fueron a la Via Lliure?.

Tiene toda la razón Arcadi Espada en su artículo del sábado 12 de septiembre en El Mundo, donde escribía que "lo más sucio e imprescriptible de la estrategia del presidente Mas ha sido no haber tenido aún el coraje, la elemental decencia democrática, de decirle a sus súbditos que la independencia sólo podría alcanzarse con sangre, sudor y lágrimas". ¿Qué hace Artur Mas aquí diciendo que la UE no querrá un territorio con aranceles y aduanas?. Primero tendrás que apropiártelo!, empieza por explicar cómo lo vas a conseguir. O quizás me he perdido algo.


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