sábado, 1 de agosto de 2015

Artur Mas, yo te acuso

Quien se haya molestado en leer más de una entrada de este blog, habrá visto en ellas una especial querencia a cargar las tintas sobre Artur Mas, y voy a explicar por qué.

Artur Mas ha demostrado en numerosas ocasiones que conoce la diferencia entre la persona y el cargo. De la misma forma que un hombre rico se transmuta en objeto de deseo para muchas mujeres por el solo hecho de serlo, las palabras de Presidente de la Generalitat siempre van a tener un halo de credibilidad y garantía que no tendrían sin ese cargo. Son fenómenos psicológicos que forman parte de nuestra naturaleza, y que no podemos obviar.

A esta credibilidad y garantía, se une la no menos importante carga de autoridad. El que no se crea sus palabras, cuando menos sabe que su opinión no encaja con la doctrina oficial, y deberá guardar la ropa si busca discreción.

El Presidente de la Generalitat de Cataluña abandera la oficialidad en Cataluña, un rodillo normalizante que modela el juicio y nuestros miedos. Cuando un poder está bien consolidado, como ocurre en Cataluña, la oficialidad ocupa el espacio de la centralidad. No importa lo extremo que sea el régimen, siempre habrá alguna facción de la oficialidad que será más radical todavía. Esto lo vemos, por ejemplo, en los países árabes, donde la oficialidad alcanza el rango de paranoia en muchos aspectos, y aún así, una parte de la sociedad es todavía más radical.

Nuestra naturaleza no es distinta de la de esos musulmanes que ven normal que las mujeres vayan tapadas como sacos andantes, o que se persiga a los homosexuales por su condición. En Europa Occidental se han cometido atrocidades generalizadas equivalentes a las suyas. Atrocidades que hacían justicia para restituir una normalidad abyecta y psicótica.

Si distintas creencias e ideologías han demostrado su infinita capacidad del poder para dictar la normalidad, a nadie debería asombrar que acuse a Artur Mas de ser el responsable de que ahora sea normal pedir la independencia.

Uno de los mantras más repetidos por los apóstoles de la independencia, es que se trata de un movimiento que nace desde abajo, que no han sido los políticos los que han encendido al pueblo, sino al revés. Ya, claro, pon a ese mismo pueblo a ver Canal Sur en lugar de TV3, llévalo a un colegio donde se respete también el castellano, donde también estudien la historia y la geografía de otras partes de España,  y cuyos profesores no hagan proselitismo de la catalanidad, y verás por dónde salen. El pueblo siempre ha sido guiado por ideólogos y líderes que han aprovechado su insatisfacción y sus frustraciones para llevarlos a un mundo mejor.

Artur Mas se vio sobre pasado por los acontecimientos en la Diada de 2012, de eso no cabe duda. Pero no fue un fenómeno espontáneo, sino el resultado de una actitud frentista y desleal que fue escorando la normalidad  dando cobertura a discursos cada vez más radicales. El poder autonómico en Cataluña, encabezado por Artur Mas, ha consentido y alentado el rechazo al resto de España. La última demostración son las risitas del President junto al Rey de España mientras pitaban el himno. El ciudadano catalán entendió el mensaje perfectamente: carta blanca para burlarse de los símbolos que unen a los españoles, y en especial a los catalanes, porque de eso va la película.



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